Sustancia Infinita - Lecturas - ¿Por qué nos quedamos anclados en relaciones infelices?

¿Por qué nos quedamos anclados en relaciones infelices?

¿Te suena eso de estar anclado en relaciones infelices, aunque tu primer impulso y deseo sea terminar? No es algo inusual, sin embargo, el que muchas parejas se queden atascadas en uniones que no tienen nada de armónicas. La razón te la damos enseguida.

El amor, muchas veces (más de las que nos gustaría reconocer) poco tiene que ver con que las parejas permanezcan juntas, y ni siquiera la tan mentada rutina, enemiga de la pasión y la felicidad, juega un papel tan determinante. Seguramente habrás visto o conocido a amigos, familiares, o gente no tan cercana metidos en relaciones tóxicas, en las que a las claras ya la armonía y el amor brillan por su ausencia, y las hostilidades saltan a la vista a la menor provocación, tanto que hace que uno se pregunte «¿y por qué siguen juntos?».

Esta misma pregunta se la hizo un grupo de investigadores de la Universidad de Miño, en Portugal, y la respuesta ha resultado ser bastante curiosa: están anclados en relaciones infelices por la falacia del coste hundido (sunk cost fallacy).

Sí, es un concepto económico aplicado a las relaciones humanas, pero no es tan descabellado como parece; el costo hundido, en términos de economía, es un gasto que tuviste en el pasado y que es ya irrecuperable. El problema es que te afecta a la hora de tomar decisiones.

Por ejemplo, para entender mejor: el coste hundido es lo que evita que salgas del cine de una película que no te gusta, pues ya pagaste la entrada; o deshacerte de esa blusa que compraste hace tiempo y apenas te pones, que te costó X y no vas a venderla por menos; o abandonar una carrera que te hace infeliz, pero ya vas por el tercer semestre (¿y el tiempo que has invertido lo vas a perder?), o esa relación en la que estás desde hace diez o veinte años, en la que tú y tu pareja han pasado las malas y las buenas pero que en verdad quisieras terminar.

En el último caso, cuando estamos anclados en relaciones infelices, la inversión sería el tiempo, la energía y el amor que hemos puesto (y que ya no existen). Los investigadores de la universidad portuguesa llevaron a cabo dos pruebas para unos 902 participantes; en la primera ofrecían cuatro versiones distintas de una misma relación, cada una de ellas con las variables cambiadas (como dinero, tiempo o esfuerzo).

El resultado que arrojó el estudio en esta primera prueba fue que quienes habían puesto más esfuerzo y tiempo en lograr la estabilidad y la vida de la relación, y quienes habían invertido dinero o tenían bienes en común –como una casa o un negocio–, estaban mucho más dispuestos a permanecer juntos.

En la segunda prueba, todos debían imaginarse anclados en relaciones infelices, aunque ciertas variables cambiaran: fueron divididos en cuatro grupos, de los cuales el primero –de control–, debía pensar que estaba en un matrimonio de diez años; el segundo, sólo un año; el tercero, tenían diez años juntos y habían comprado una casa; y el cuarto también tenía diez años y habían ocupado mucho tiempo en tratar de salvar la relación.

Los datos de esta otra prueba no pudieron ser más sorprendentes: el 35% de quienes invirtieron tanto dinero como esfuerzo durante los diez años de matrimonio preferían no cambiar nada y quedarse con su pareja, mientras que del grupo de un año de relación sólo un 25% permanecería junta.

Cuantos más recursos (de dinero, de tiempo, de amor) «inviertes» en tu relación, o en un proyecto, más te atas emocionalmente y el esfuerzo de abandonarlo es demasiado grande. Para no caer en la falacia del costo hundido con respecto a las relaciones amorosas, primero debemos entender que a pesar de que a nadie le gusta perder, estar anclados en relaciones infelices es peor que cualquier pérdida.

Abandonar una relación así es vital, no importa lo que hayas «invertido»: si ves que a pesar de todos los esfuerzos nunca va a mejorar, es preciso dejar la zona de confort y asumir los errores, pero también conocer lo aprendido: si ambos tuvieron proyectos en común o construyeron una casa juntos, saber que esas experiencias te han dado más sabiduría.

AUTOR: Maite Ayala

FUENTE: Supercurioso

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